domingo, 17 de febrero de 2019

Últimamente....

Últimamente no pienso en otra cosa que no sea observar y estudiar de nuevo tu cuerpo y conocer profundamente todos tus secretos, tus pensamientos más lujuriosos, tus anhelos más íntimos.
Quisiera ser capaz, con una sola mirada, con una sola caricia, de provocar en ti escalofríos y sentimientos nunca antes percibidos…
Últimamente no pienso en otra cosa, que en ser tu mejor amante, eterna y única para siempre.
Sin importar mi propio placer, queriendo simplemente desbordar el tuyo, volverlo inmortal y no perecedero...
Quisiera ser capaz de provocar en ti auténticos deseos de lujuria y pasión, sin límites, deseos que te lleven a la búsqueda única del placer más intenso acompañando a los más dulces de los orgasmos.
Últimamente no pienso en otra cosa que no sea acariciar y recorrer tu cuerpo y pasar horas y horas observándolo desnudo junto a mí, respirando toda tu esencia, absorbiendo el olor que emanan tus poros, ése perfume que permanece intacto a mis sentidos provocando este deseo inagotable.
Quisiera me observaras mientras mis caderas provocan las miradas de todos cuantos se cruzan en mi camino, y te sintieras orgulloso de saber que sólo tú me posees, sonriéndome a escondidas, haciéndome entender que estoy en lo cierto, que soy tuya, tuya y de nadie más.
Mientras me ducho, el agua parece no querer despegarse de mi piel, y creo percibir tus manos recorriéndome... y aún así resbala precipitadamente por cada curva de mi cuerpo desvaneciéndote en una perfecta armonía entre el deseo y todo lo que me rodea.
La imaginación me hace frente y mis pensamientos se empapan de fantasías y deseos que debo transformar en palabras que consigan transmitir nítidamente algo de todo lo que llego a sentir…
Mientras, todo se desborda y necesito describirte una y otra vez cómo te recuerdo, cómo te tengo presente, y contarte que me resulta extremadamente excitante tenerte a escasos milímetros y no poder devorar tu boca y sentir tu lengua culebreando con la mía...
Que me desespera ver tus ojos repasando mi cuerpo, tus manos revoloteando por debajo de la mesa, tus rodillas tropezando con mis piernas...
Tremenda tortura que se ve recompensada cuando hacemos desaparecer a todos de nuestro lado, cuando se produce ése maravilloso encuentro fortuito en el que soy reina y niña de tus ojos por unos instantes, dónde la libertad no frena las intenciones y la sinceridad y transparencia de mis sentimientos dejan de ser vulnerables para amarte sin condiciones, aunque tan sólo pueda hacerlo en ese corto y escueto momento.
Que me encanta sentir tus labios pegados a los míos en cuanto se cierra la puerta, sentirme estrechada entre tus brazos, notar cómo tus manos se adueñan de lo que ya te pertenece, mi piel, ansiosa y deseosa, mi piel desnuda para ti bajo el vestido.
Entonces llega mi momento…
Pasar mis labios humedecidos por mi saliva por los alrededores de tu polla y provocarte con esa delicadeza con la que trato de hacerlo, verdaderos suspiros de placer.
Me encanta observar cómo se endurece con sólo sentir la punta de mi lengua sobre ella.
Para mí, no hay mayor placer que escucharte gemir y suspirar, retorciéndote, acercándote, alejándote, no importa el lugar en el que estemos, no importa cuando lo estás deseando, cuando estoy deseando que me poseas con esa locura desenfrenada.
Me encanta cuando pasas tus dedos muy suavemente por mis muslos y recorres impaciente cada poro de mi piel subiendo y bajando al encuentro de mi sexo, que claro está, encontrarás tremendamente húmedo, palpitante y deseoso de recibir tus caricias.
Me encanta cuando llega ése momento en el que siento tu mano entre mis piernas y buscas mi clítoris para masturbarlo como sabes, volviéndome loca, para luego saborearlo lamiéndote los dedos intuyendo que el tiempo se acaba.
Es entonces cuando me ofrezco a ti por completo, deleitándote con majestuosos movimientos de caderas.
Llegados a este punto no voy a renunciar a tenerte… no puedo...
Me gusta y sé que a ti también, que mientras me acaricias te susurre al oído y te diga lo mucho que te deseo, lo mucho que me excitas, lo mucho que...
Aunque por un momento te suplique que no lo hagas, que no me envenenes de nuevo… sabes que lo deseo tanto que muero…
Me encanta ver cómo se acerca el momento de tu orgasmo y cómo tus manos recorren palpando y acariciando todo lo que se encuentra a su paso, mis pechos, mi torso, mi espalda, mis íngles, mi culo.
Sigo tus pautas, devolviendo cada caricia, hasta que finalmente me detengo en tu polla y la agarro con firmeza, como no queriendo que se me escape, y entonces, tus movimientos de pelvis van en aumento y tus gemidos aumentan de volumen y me dices con voz entrecortada que te corres y mi cuerpo desea pegarse más al tuyo queriendo sentir la explosión de placer que estás a punto de tener.
Veo tu cara desencajada de placer, cómo te humedeces los labios, cómo te rindes a mis caricias y me regalas con la más absoluta de tus entregas un orgasmo que me hace volar en aquel espacio. Inevitablemente tras tu orgasmo, quiero saborearte y volver a tenerte, lamerte con verdadera gula, mi instinto persiste en el ánimo por aprender de ti y no me basta con sólo saborear, necesito, ansío llegar a la fuente de aquel el elixir.
Y mi cuerpo y mi boca son atraídos cómo un imán.
Últimamente no pienso en otra cosa…

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