lunes, 28 de enero de 2013

Suerte Muchacho...

Una... No puede cambiar el pasado... 
Por eso hay días en los que me siento cómo esa puta reventada, que cada día vuelve a la calle para intentar reconstruir el futuro de sus días presentes sonriendo con fuerza, para no llegar a envejecer sin un bonito pasado que recordar...

Una... No puede organizar su futuro...
Simplemente porqué el mismo es infinito... Y cómo tal, anda en ambas direcciones, lo que implica que nada sucede una sola vez en la vida. Todo ciclo se repite ante nuestros ojos ajenos, todo pez se muerde la cola... y por tanto, las oportunidades vuelven tantas veces a nosotros, que nunca tendremos el tiempo suficiente para darnos cuenta y aprovechar todas y cada una de ellas. 

Una... Estructura su presente...
De tal forma que cree tenerlo siempre controlado, hasta que te das cuenta de que tampoco...
A diario cambiamos de opinión en centenares de ocasiones, hacemos y deshacemos al antojo de nuestras debilidades, priorizamos, descartamos, y a menudo, con ingrata estridencia, nos arrepentimos de las decisiones tomadas.
Recurrimos a esa frase típica y malsonante: "No debemos arrepentirnos de lo que hacemos, sino de lo que no  hacemos"  y con ella subsanamos ese mal sabor de boca que nos deja la frustración e imperfección de las cosas que hacemos y cuyo resultado no nos agrada, y que por tanto nos persigue a diario.... 
Soy de la opinión, que ni una ni la otra...

Muy a pesar de los tópicos, el arrepentimiento y los errores, forman parte de la madurez, de la evolución de las personas, de la integración en la sociedad, en el medio, en todas y cada una de las formas que nos permiten ser lo que somos.
Los errores son grandes aliados en nuestra historia, si de ellos somos capaces de aprender...

Existe esa luz... Y todos la merecemos. 

La luz capaz de dar forma a nuestra esencia, la luz que apaga las contraindicaciones de un prospecto, la luz que hace latir nuestro corazón...

Deberían existir más oportunidades... deberían multiplicarse... 
Deberíamos ofrecer oportunidades, del mismo modo que nos creemos merecedores de las mismas.
Sin embargo, somos egoístas, y el miedo nos priva de esa generosidad, que nos empequeñece cómo persona, cómo amigo, cómo amante...

En éstos tiempos que corren, demasiado deprisa, y con pocas alegrías... Nuestra prioridad es el absentismo de toda responsabilidad con lo ajeno, y eso nos devuelve a los sabores atávicos de esas sociedades en las que todo estaba por aprender y descubrir.

Un nombre, el de una persona completamente desconocida, el de alguien con una historia a sus espaldas, cuyas cicatrices no se ocultan en su rostro, y cuyo futuro confortable queda lejos... Me ha hecho pensar de nuevo en todo eso que muchos sabemos y pocos miramos.

Hoy sólo diré... SUERTE MUCHACHO!...