martes, 20 de mayo de 2014

Un concepto extraño...... pero siempre un concepto

Siempre llega un día en el que percibimos, con meridiana claridad, la magnitud del vacío que nos aprisiona en nuestro mundo de ficción.
Ante tal comprobación, las personas, poseídas de un tremendo e incontrolable pavor, rendidas ante la evidencia de su propia incapacidad para cambiar lo ineludible, empiezan a aferrarse a cualquier pretexto que los ancle un poco más a la vida…

Más bien se aferran a un simulacro de vida que les proporcione un suspiro de realidad ante semejante vacuidad y falta de contenido. 
Si vas por la calle y observas, verás infinidad de seres caminando, sosteniendo la correa de un perro, gente con su bicicleta, un libro, un instrumento musical, un cigarrillo a medias que se consume sobre la acera…
Divisarás, algunos que se inyectan en vena sustancias no legales que les provoca la ilusión de la plenitud inexistente o simplemente les evade de la realidad no deseada…
Parejas aferradas las unas a las otras, sosteniendo eternamente ese grato momento del comienzo de un amor pleno y dedicación absoluta, ajenos completamente a la gran verdad de que pronto, la rutina logrará disipar y vaporizar ese sentimiento ahora tan palpable, tan hermoso, tan perfecto…
Lentamente, tu vista dará un giro, hará un barrido…
Y tras la percepción de la felicidad, contemplarás otras parejas, que caminan de la mano en un mínimo roce, y en las que podrás sentir sobre tu piel, el miedo a la siempre acechante soledad…
Existen tantas formas de intentar zafarse en vano de lo evidente, tantas modalidades de pretender alejar de nuestras vidas el espanto de la lucidez que a veces, verlo, resulta hasta grotesco!!…
Enganchados a la vida, pero, tantas veces con ese miedo a hundirnos en lo desconocido… 
Eso nos vuelve vulnerables.
Cuando perdemos una ocasión, de inmediato buscamos otra que sustituya la anterior… Sólo por tener esa otra…
Sólo por no quedarnos en soledad…
Y lo peor llega, cuando estamos convencidos de que no podemos ya vivir, sin aferrarnos a algo, a alguien.
El mayor error sobreviene, cuando empeñamos todos nuestros esfuerzos por sobrevivir en la delicada empresa de vivir, junto a una persona a la que, injusta e inconscientemente cargamos con la original tarea de aliviarnos de todos nuestros miedos más profundos…
La soledad, resulta pues, el estado natural y siempre necesario (aunque no deseable) de nuestra condición humana.
¿No es acaso preferible, en pos de ahorrarnos inútiles padecimientos añadidos, el abstenernos de luchar contra ella, y así llegar a aceptarla?
¿Por qué sólo, somos capaces de reconocerla en la mirada espantada de nuestros semejantes?

Todos, todos estamos solos en algún momento, y quizás, lo estemos en todos los momentos de nuestra vida…
Solteros o en pareja, en el grupo, en el trabajo, en el ocio y el negocio, en nuestros sueños…
Sobretodo en nuestros sueños. 

Si aprendiésemos a tolerarla en nuestra vida, nada cambiaría, quizás es verdad, quizás no…

Pero seguramente, a base de practicar y mentalizarse sobre lo evidente, adquiriríamos un cierto poder de comprensión de los errores ajenos, y lo que es más importante aún, de los nuestros propios…
Veríamos con mayor tolerancia los torpes aspavientos de todos aquellos que, ignorando esta verdad, se empeñan en dañarse una y otra vez con su gran mentira…
Esa misma, que llevan tejiendo desde sus principios equívocos en la más tierna juventud, en cada despertar consciente, y con esa terca torpeza que tanto nos caracteriza a los hombres, para dejar de ver lo evidente.
La soledad respira en nuestro interior…
Si prestas atención, el sonido es  perceptible, aún con los oídos tapados, porque mora en nuestra conciencia, en lo más profundo de ella y de momento, aquí y ahora, nadie lo puede ahogar.

Forma parte de ti, de mi, de nosotros… 
Aprendamos a sacar fuerza de esta certeza.
Querer eludir la verdad, es cobarde, inútil y patético, cómo esa mosca que se estrella una y otra vez contra el cristal hasta morir, sin saber, que, un poco más allá, la puerta tenía un resquicio abierto.
Y si, conscientes de qué lo único que es de verdad, es nuestra próxima muerte, dejamos por un momento de aferrarnos, nos relajamos y aprendemos a ver llegar lo inevitable, con serenidad, con curiosidad, cómo un niño que contempla todo por vez primera…?

Y si, empezamos mañana mismo a soltar las manos de nuestras impuestas ataduras y aprendemos a flotar, hacia esa nada que nos espera, que nos habrá de engullir felizmente en algún momento…?
Y si, dejamos de pensar y de perder el tiempo, intentando evitar ese momento…?

Tal vez entonces podamos de verdad saborear, y por el tiempo que nos dure, nuestra corta y mezquina vida. 

Saca fuerzas de tu soledad, al final resulta ser buena compañera y mejor consejera.

No posees otra verdad. Toda la verdad está en ti. No la busques en los demás…
No rehuyas a tu soledad.
Edúcala. 



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