lunes, 11 de marzo de 2013

Cuándo la verdad abre sus puertas...


Abrió los ojos, maldiciendo a la divinidad en turno por haberle concedido un día más a su asquerosa existencia.
Pudo sentir el silencio engullendo su habitación, y el contacto frío de la persona recostada a su lado.
Acarició su piel con la yema de los dedos, con sutileza, con delicadeza… con amor.
Pero no recibió respuesta a tan tierno contacto.
Sólo silencio…

El mismo silencio al que ciegamente se había acostumbrado… 
El vacío la ensordece, llena su cabeza de palabras blancas, frases evocadas que usurpan su mente y torturan su constante soledad con la realidad innegable de su ausencia.

De su eterna ausencia…  
La innegable verdad desde el mismo momento en que estuvieron juntos por primera vez...
Cerró los ojos recordando aquella noche, dónde fue poseída en un primer instante, recordando el calor de su cuerpo, la respiración agitada…
Era como estar ahí nuevamente y sentir sus labios desesperados por adentrarse en su interior, las manos inquietas recorriendo su piel y las palabras que nunca debieron ser pronunciadas. 

-Mientes tan bien... 

Su expresión se tornó sombría, mirando de reojo la silueta desnuda bajo las sábanas, preguntándose por qué lo habría hecho, preguntándose en qué momento se quedó sorda, en qué momento se quedó ciega, aquel mismo lazo que la esclavizaba con una dolorosa cadena de hipocresía, de mentiras y un amor falso, existente sólo en su estúpida utopía de amor. 
El viento frío del invierno, que se colaba por la ventana abierta, le acariciaba trayendo a su memoria aquellas escenas que, sin éxito, intentaba sacar de su mente. En ellas veía la mirada taladrante que la observaba con lujuria, con deseo, pero lejos de ser lo que ella pedía...

Cómo si de un amor prohibido se tratara, sólo a sus ojos necios…
Un amor que quizás alguna vez sintió, pero que ahora temía perder, por el mero hecho de poder encontrarse de bruces a solas con sus verdaderos pensamientos…
El silencio y su ausencia. 
Lo veía alejarse y desaparecer como la arena en el viento, pues nunca quiso compartir una vida dónde le asustaba entregar lo único que se le pedía.
Una petición sin palabras que flotaba en el ambiente cada vez que estaban juntos, cada vez que el silencio de esa habitación era el único testigo de sus acciones.
Llevó sus dedos a su boca recordando el delicioso contacto de sus labios, los cuales siempre tenía que forzar pero que terminaban cediendo…

Una petición que le atormentaba cada noche hasta que recibió una negativa, de la misma forma... sin palabras. 
Sus ojos se humedecieron y peleó por impedir el paso de las lágrimas que deseaban caer por sus mejillas. 
¡Era tan idiota por tener la esperanza de que al menos alguna parte de toda esa farsa fuera verdad! ...
Sentía vergüenza de sí misma al saberse tan vulnerable a su presencia, al sentirse amada y segundos después poder sentir el vacío de la soledad.

Estaba enojada con él y sobre todo con ella misma. 
Se había sentado al borde de la cama y pudo sentir el movimiento de su compañero al despertar, sintió esos fuertes y moldeados brazos abrazarla estrechamente y los labios besarle el cuello...
Y, nuevamente pudo sentir cómo su determinación por negarse se desvanecía en el aire, cómo su enojo se esfumaba como si nunca hubiera existido y la tristeza, era entonces reemplazada por ese lindo cosquilleo en la base de su estómago. 

-"Te quiero..." - escuchó que le decía en un susurro…

Pero, ésta vez, fue ella quien guardó silencio…



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