domingo, 17 de febrero de 2019

Una noche más...

Me pondré el perfume que más te gusta y me prepararé para perder la razón una noche más.
Sólo una más...
Ahí, empezará el supremo acto de nuestra eterna lujuria..
Ese hilo de deseo que acosa, sin necesidad de un lecho.
Deja tus brazos eternamente alrededor de mi cuerpo.
Mi piel, mi pecho, mi boca... quiero que los toques, quiero que los sientas.
Rompe todos los cerrojos que mantienen atados tus deseos más prohibidos y compártelos...
Compártelos junto a mí, calcando con tu lengua la línea de mi cuerpo revelado para ti…
Suspiro tras suspiro, te haré impacientar…
Las yemas de tus dedos lujuriosos se enredan en mis locuaces caderas…
Y cómo fieras indomables, nos vamos sumergiendo en el mar de esta maldita locura.
Permitamos que esta noche, queden sin efecto, tanto el pecado cómo el castigo… Olvidémonos de eso.
La dulce miel que sale de mi, va dando paso al jadeo.
Déjame seguir oyendo tus gemidos, déjame sentir cómo arde el placer robado.
Déjame acariciarte los labios, déjame contemplar tus ojos, descender poco a poco…
Morderte con dulzura el cuello, dibujar sobre tu piel el reflejo de mi deseo e ir haciéndote sentir el más grande de los pecadores.
Mi lengua se desliza por tu torso…
Mis escalofríos, alimentan con innata impaciencia mi sed deseosa de hacerme tuya.
Tu respiración entrecortada, tu fragancia, el calor de tu cuerpo…
Locura extrema…
Tus manos buscan en los lugares más eróticos de mi cuerpo.
Esa búsqueda me fascina... me desenfrena... me provoca.
Los dedos juguetones revelan los calores más sudorosos en esta fría noche de invierno.
Te susurro mientras retengo los jadeos y te suplico que no dejes de hacerme sentir mujer.
Y poco a poco la noche va pasando, cuando en un ambiente de erotismo máximo, llegamos al paraíso que siempre te prometí.
Mis músculos se contraen y me agarro a tí cual tigresa necesita sentir su presa...
Mi espalda se arquea, y mis caderas siguen el ritmo frenético de tu vaivén…
Roce tras roce...
Frotándome con fuerza sobre ti...
Siguiendo quizás, el ritmo de los latidos de mi entrepierna. El calor máximo de este deseo que soy capaz de sepultar…
Deja, que una vez más, te enseñe porqué a mi deseo le gusta tanto tu cuerpo…
Deja que a tu deseo de hacerme tuya, lo empape mi aliento...

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario