sábado, 2 de febrero de 2013

Amistad


Algunos dicen que la amistad es un sentimiento mutuo que sienten dos personas para referirse a ese lazo que las conecta, que las acerca, que las hace sonreír, que otorga buenos momentos, que las hace inseparables.
Otros hablan de la amistad como algo físico, compuesto por esas personas que conoces y con las que pasas más tiempo del que pasas con tu madre o con tu padre.
Y puede que ambas opiniones tengan algo de razón.
Más de una vez he sentido ese vértigo de no saber si una persona puede entrar dentro del "particular club de amigos" que, a diferencia del de muchos, no se forma por esas personas que siempre están a tu lado, sino por esas otras, las cuales sabes que estarán en el momento apropiado.

A veces, suelo revisar la lista que guardo en algún lugar de mi cabeza.
Es un trozo de recuerdo sucio, dónde anoto, cuando el tiempo me lo permite, lo que la gente hace y dice...
Los que están, los que te dejan, a los que dejas...
Es un diario de bitácora para el viaje por los mares de la vida. Unas pocas anotaciones que me dicen las personas que sonríen cuando lloro, y los que lloran cuando estoy triste, al igual que habla de esas que te dan la mano cuando te caes y esas otras que te la quitan cuando quieren apartarte de su camino.

Alguien me habló una vez, de una historia que comparaba nuestras vidas con un viaje en un tren de largo recorrido, si no recuerdo mal, hay un libro que trata de ello..."El tren de la vida"
"Si lo piensas bien,  la vida no pasa de ser eso, un viaje en tren lleno de embarques y desembarques, del trasiego de las personas, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos momentos y en otras grandes tristezas.
Casi siempre, nos entregamos en las manos de algunas personas que pensamos, estarán siempre en ese viaje con nosotros... Pero eso es incierto.
A lo largo del trayecto, habrá millones de paradas en estaciones desconocidas para nosotros, estaciones que impresionarán a tus compañeros aventureros y sucederá que decidirán bajarse de tu tren, dejándote y privándote del cariño y el roce que habíais establecido. 
Sucederá también, que otros decidirán subirse a medio trayecto y compartir parte de tu viaje contigo, llenando de nuevo, aunque de forma diferente, esos huecos vacíos que dejaron los anteriores viajeros... 
Unos bajarán ... Otros subirán... Y siempre será diferente aunque te parezca lo mismo.
Nada importa, el viaje es así, lleno de atropellos, sueños, anhelos, fantasías, esperas, despedidas...
Sólo existe una regla que no tiene excepción y que vale la pena comprender antes de comprar tu billete... No existe el retorno, siempre avanza con fuerza hacia adelante.
Al iniciar el viaje, nuestra maleta apenas pesa, pero minuto a minuto se llena de recuerdos, de pasiones, de momentos inolvidables, de desengaños, de amores y desamores, de sonrisas, de lágrimas, de alivio y dolores...
Tratemos de no ser rígidos en el recorrido, tratemos de desviarnos cuando nuestro espíritu así lo quiere, tratemos de descansar, cuando el cansancio ya no nos permita disfrutar ni gozar...
La última estación, nos espera a todos por igual... Por eso, sólo depende de uno mismo el disfrute de todo aquello que hace que un simple paseo se convierta en un viaje inolvidable.
El viaje puede ser importante, pero aquello con lo que decidamos llenar nuestra maleta es lo que nos permitirá seguir de pie ante las adversidades, ante los contratiempos.
Por eso no dudemos en guardar en ella los instantes en que fuimos muy felices... para así , llegado el día en el que se termine el recorrido, podamos deshacer nuestro equipaje y comprendamos que ha valido la pena..."

Esa es la fantástica teoría... Intentemos aprovechar y quedarnos solamente con lo bueno...

Hoy he vuelto a sentir ese vértigo recorrer mi cuerpo, y por un momento he sentido ganas de vomitar los malos recuerdos y despertar de la pesadilla.
Entonces es cuándo recuerdas, que los pellizcos te despiertan del sueño, y te das cuenta de que, lo que consideramos un sueño, no es más que la cruda realidad.
Esa realidad que no se puede masticar, ni digerir... que no se puede cambiar, ni maquillar...
Esa realidad que está transcurriendo en tu viaje, en tu tren...
Odio esos momentos en los que me veo inquieta, y me siento entre entre la espada y la pared, con la obligación de revolver mi equipaje para encontrar un buen momento que disipe la duda.
Esos momentos en los que me considero una extraña de la vida, y me miro ante un espejo que sólo refleja las sombras de la incertidumbre y la incomprensión.

Resulta que hoy, es uno de esos días en los que me siento cansada...
Abro los ojos? Busco en la maleta? Revuelvo el vagón? 
Hoy no seré yo, quién se pregunte sobre lo que no tiene respuesta, ni sobre aquello a lo que no quiero responder...
Ya ha pasado la época en la que me dolía el murmullo de los árboles y temía el ir y venir de las olas...
Mejor miro por la ventana... Mañana será otro día...



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