miércoles, 2 de octubre de 2013

Game Over... Insert coin

Existe una verdad universal, que todos deberíamos aceptar, queramos o no…
Al final todo se acaba.
A veces, deseas que llegue, otras ni te planteas que así suceda… y en ocasiones, sin más, te sacude con el látigo de lo que consideras la más absoluta de las injusticias.
Ante cualquiera de esas situaciones variopintas, lo desees o no, nunca nos gustan los finales… Felices o no, no dejan de ser una despedida de algo que ha rellenado una parte de nuestra vida.
Si lo piensas bien, llega el último día del maravilloso verano, lees el último capítulo de ese libro fabuloso, el CD que tanto te emociona tiene su última canción, el cigarro se consume hasta la colilla, el yogur tiene fecha de caducidad…
Hasta nosotros la tenemos! A nosotros también nos llegará el último respiro…
Los finales son inevitables.
Se acaba el amor, se acaba la amistad, la paciencia, el deseo…
De igual modo, se acaba la rábia, el odio, la culpa…
El final de algo es condición inevitable en nuestro paso por la vida.
Y llegado ese instante, dices Adiós.
Y duele, porque te despides de aquello que te es familiar, de aquello que te resulta cómodo.
Tienes que pasar página y eso da miedo, y te descoloca momentáneamente, y el mundo se derrumba y ante tus pies no ves más que un agujero negro del que por un segundo no te ves capaz de salir.
Piensa un momento: -¿Cuantas veces has estado frente a ese abismo?
Seguro que recuerdas, así, a bote pronto, unas cuantas…
Y, ¿te has quedado atrás o sin cruzar en alguna de ellas?... No.
Has continuado adelante… Siempre lo harás.
Pasamos página… porque nos vamos, porque nos dejan y eso duele.
Y seguirá doliendo en cada despedida.
Sabiendo eso, también debemos aceptar que habrá personas, que fueron una parte tan importante de nosotros, que estarán siempre ahí, pase lo que pase, aunque el final sea doloroso.
En algún momento fueron nuestra tierra firme, nuestra estrella polar y esa voz que alimentaba nuestro corazón, por esa razón siempre nos acompañarán…
Siempre…
En la pareja no hay culpables, ni inocentes, sino bailes compartidos, engranajes sistémicos que nos llevan a adoptar ciertas posiciones o conductas.
Nos equivocaremos, pues eso es condición natural también, pero intentaremos rectificar, a veces con penas y otras con gloria…
No hay justos e injustos, de nada sirve el mea culpa o el tua culpa cuando todo llega a su fin.
Después de la tormenta, llega la calma… Y cuando algo termina, todo empieza de nuevo.




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