Existe una verdad universal,
que todos deberíamos aceptar, queramos o no…
Al final todo se acaba.
A veces, deseas que llegue,
otras ni te planteas que así suceda… y en ocasiones, sin más, te sacude con el
látigo de lo que consideras la más absoluta de las injusticias.
Ante cualquiera de esas
situaciones variopintas, lo desees o no, nunca nos gustan los finales… Felices
o no, no dejan de ser una despedida de algo que ha rellenado una parte de
nuestra vida.
Si lo piensas bien, llega el
último día del maravilloso verano, lees el último capítulo de ese libro
fabuloso, el CD que tanto te emociona tiene su última canción, el cigarro se
consume hasta la colilla, el yogur tiene fecha de caducidad…
Hasta nosotros la tenemos! A
nosotros también nos llegará el último respiro…
Los finales son inevitables.
Se acaba el amor, se acaba
la amistad, la paciencia, el deseo…
De igual modo, se acaba la
rábia, el odio, la culpa…
El final de algo es condición
inevitable en nuestro paso por la vida.
Y llegado ese instante,
dices Adiós.
Y duele, porque te despides
de aquello que te es familiar, de aquello que te resulta cómodo.
Tienes que pasar página y
eso da miedo, y te descoloca momentáneamente, y el mundo se derrumba y ante tus pies no ves más que un agujero negro del que por un segundo no te ves capaz
de salir.
Piensa un momento: -¿Cuantas
veces has estado frente a ese abismo?
Seguro que recuerdas, así, a
bote pronto, unas cuantas…
Y, ¿te has quedado atrás o
sin cruzar en alguna de ellas?... No.
Has continuado adelante…
Siempre lo harás.
Pasamos página… porque nos
vamos, porque nos dejan y eso duele.
Y seguirá doliendo en cada
despedida.
Sabiendo eso, también
debemos aceptar que habrá personas, que fueron una parte tan importante de
nosotros, que estarán siempre ahí, pase lo que pase, aunque el final sea
doloroso.
En algún momento fueron
nuestra tierra firme, nuestra estrella polar y esa voz que alimentaba nuestro
corazón, por esa razón siempre nos acompañarán…
Siempre…
En la pareja no hay
culpables, ni inocentes, sino bailes compartidos, engranajes sistémicos que nos
llevan a adoptar ciertas posiciones o conductas.
Nos equivocaremos, pues eso
es condición natural también, pero intentaremos rectificar, a veces con penas y
otras con gloria…
No hay justos e injustos, de
nada sirve el mea culpa o el tua culpa cuando todo llega a su fin.
Después
de la tormenta, llega la calma… Y cuando algo termina, todo empieza de nuevo.
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