Dicen de los que queremos
ser poetas, que escribimos para condenar, quizás para hacer enloquecer, tal vez
para matar.
Dicen que plasmamos nuestros
pensamientos más íntimos sobre un papel en blanco, para luego obligar a
nuestros reos a leerlos y condenarlos así a una muerte en vida que los somete a
pensar, a identificarse con nuestras letras, a leer entre líneas, aquello que
tanto nos cuesta expresar a través del diálogo verbal…
Dicen, que enamoramos sin
piedad ni recompensa, sin tener en cuenta que desencadenamos tormentas de sensaciones,
placeres o maldiciones sobre nuestros lectores…
Dicen, que somos malvados
por despertar el sentimiento, por hacer alegoría sobre el amor y sus
contratiempos, por enervar con palabras efímeras y decoradas la vida secreta de
cualquiera…
Dicen que robamos historias,
que inventamos gratuitamente, que vivimos del fantaseo y que hacemos de la
carencia personal, un entramado de deseos que nunca haremos realidad…
Dicen, dicen, dicen…
Mientras algunos dicen… Yo, voy
a seguir escribiendo…